Para los que estamos indecisos
La despersonificación
en este tipo de análisis es inevitable, por lo que quiero aclarar algo de
entrada. Mirar televisión me ha enseñado pocas cosas, una de ellas, es que la
expresión “la gente” siempre quiere decir uno mismo. Cuando alguien dice “la
gente..” se debe escuchar “yo, por medio de una voz ajena..”. Dicho esto, los
acompañaré de acá en adelante, pero no lo tomen muy enserio pues es eso, una
opinión escrita.
Los argentinos
no somos estúpidos, hay conquistas que no queremos perder. No queremos privatizar
nuevamente a YPF o sacar la Asignación Universal por Hijo, queremos el fin de
la cadena nacional una vez por semana, la polarización de la sociedad, la mezcla de
pasión y odio, la falta de precisión de las estadísticas oficiales, o el
desgaste que sufrió el Poder Legislativo. No queremos el final del Fútbol para
Todos, pero si queremos no tener que cambiar de canal en la apabullante
propaganda de gobierno, que a veces cae en partidaria.
No queremos
prender la televisión y escuchar dirigentes hablar de “sensación” de
inseguridad, ningunear la inflación, no medir la pobreza aunque se la combata,
porfiarse con ganancias, minimizar al punto de negar las derrotas electorales. Nada peor en política que el autismo absoluto
o los intereses inconfesables. No queremos dirigentes como Aníbal Fernández, que
ya son un modo de hacer política. Modo al que dijimos NO.
Pero sí queremos
dirigentes con capacidad de autocrítica y de escucharnos. Quizás el resultado
hubiese sido distinto de haberle dado lugar a la componente “blanda” del kirchnerismo,
lease Randazzo, Capitanich, Urtubey u otros que dejaron fuera de la fiestita.
De una vez por todas, no queremos dirigentes corruptos. Y hay tanto para decir con
esto último que dejaré que cada cual arme la frase como crea conveniente y con
el funcionario que elija.
Si queremos:
la continuidad de la ampliación de derechos, la Identidad de Género, la
anulación a los indultos a los represores, la reducción del desempleo, la
inclusión de los jóvenes en la política, el desarrollo de la industria
nacional, el apoyo al CONICET, mas satélites argentinos como ARSAT, mas Tecnópolis,
la continuidad del canal Encuentro y hasta te digo que a vamos para adelante
con más Paka Paka.
Hoy una disputa
se nos presenta, dos caminos y una última
elección. Los interesados: dos hijos no reconocidos de un señor cuyo nombre se
lee igual al derecho y al revés; que hoy nadie quiere nombrar, y por la dudas,
yo tampoco. Digo esto porque Scioli es, en realidad, un producto típico de los
90. Como Macri. Aunque más allá del pasado, algunas dudas resuenan hoy ¿No es
raro que Macri elija políticas que rechazó rotundamente por 12 años? Y por otro
lado ¿Qué es lo que piensa realmente Scioli? La cosa es compleja. Y la verdad
está más allá de esta neblina de pragmatismo que parece inundar la escena.
Scioli no se
termina de decidir si cruzar o no la calle después de intentar sin éxito
distanciarse de Cristina. Esa ancla que hoy arrastra nadie sabe si lo va a
hundir o salvar, ni siquiera él. La
necesidad de aclarar lo obvio, le costó errores. Como anunciar su gabinete en
distintos programas de televisión y darle un ministerio a cada pedazo de su
gente, solo para decir que es independiente. Eso, hoy lo deja sin cartas para
jugar o con la necesidad de formular una disculpa, casi imperdonable. La militancia
oficialista, si aparte de cautivar puertas adentro, quiere buscar afuera necesita
una cuota mayor de tacto y humildad.
Por su parte Mauricio
que es Macri, dejo atrás los tiempos de politiquear famosos. Esas épocas donde
votar al PRO era votar por Del Sel, Baldassi o incluso Niembro. Como si los
famosos fueran las marionetas y la política una obrita de títeres en la
peatonal, que hoy solo brinda funciones en el comité de los radicales. Lo que está
perfecto para ellos, porque le dio una espalda mucho más robusta y antigua;
como son los fiscales, y la coherencia de un partido que aunque fue derrocado varias
veces, resiste.
Macri debe
demostrar que si gana su gobernabilidad no será tan vulnerable. Además como
leía por allí ¿Macri realmente puede ponerse en el lugar de un chaqueño, un
chubutense o un salteño? Si Dios está en todos lados pero atiende en Buenos
Aires, hay que pensar esto dos veces, sobre todo en aquellos lugares donde el
metrobus y las bicisendas no son suficientes.
Estar indeciso
es también es una decisión. Es un mensaje a favor de los ideales que no se
conforman con elegir el mal menor. Es saber que no es una decisión para tomar a
la ligera. Estar indeciso es no olvidar el pasado. Es mirar más allá. Es, como ser
pensante, tomar una decisión aceptable con estas pocas variables. Y esa decisión
no se compra, no se vende, no se dicta, ni mucho menos se impone; pues es esa
libertad de elección, la que concreta la democracia.
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